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Stay with me forever Cap.1

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Rachel3003's avatar
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- Kagome, ¿te arrepientes de haber vuelto?

- ¿Qué?

- ¿Te arrepientes haber vuelto a esta era?

La chica lo miró con esos ojos marrones directamente a los ojos. Esos ojos ámbar. Se lo estuvo pensando unos instantes, hasta que esbozó una gran sonrisa y negó con la cabeza.

- Si que hecho de menos a mi familia, pero no me arrepiento- lentamente se acercó un poco más a él y recostó la cabeza sobre su hombro- Además, los tres años que estuve alejada de ti fueron un infierno…

- Kagome…- susurró el hanyou  antes de rodear a la joven por la cintura y besar suavemente su frente.

- ¿Sabes?, estás mucho más cariñoso, ¿te pasa algo?- habló al mismo tiempo que alzaba la vista para mirarlo a los ojos.

- B-Bueno yo…- desvió la mirada. Kagome lo miró con una sonrisa. Sabía la respuesta de la pregunta, pero quería que él se la dijera-. Pensé q-que no volvería a v-verte y yo… pues… te echaba de menos- se separó de ella y se quedó mirando hacia el suelo, ligeramente hacia el lado contrario del que se encontraba Kagome. Se sentó con las piernas cruzadas y sus manos escondidas en el interior de las mangas de su haori. Era ya invierno, y el pasto estaba cubierto por una fina capa de nieve.

Kagome solamente lo miró con una pequeña sonrisa en los labios. Con cuidado de no alertarlo mucho se movió hasta donde se encontraba él y con suavidad  cogió uno de los brazos del joven. Este la miró confuso mientras ella lo apartaba y con un movimiento rápido y ágil se sentaba en el regazo del hanyou. Este se sonrojó intensamente mientras la joven miko se acomodaba en su regazo y se recostaba en su pecho, guiando el brazo que había cogido alrededor de su cintura.

- Yo también te eché de menos- susurró antes de levantar la cabeza para besar su mejilla, para que después volviera a acomodarse en el pecho del inu y, tras unos minutos de silencio pudo notar medio dormida como su amado medio demonio recostaba su cabeza sobre la suya y hacía más fuerte su agarre alrededor de su cintura, calentando así su cuerpo con su calor corporal. Y, con esa sensación de paz, se durmió.

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Un ruido de ramas romperse alertó al hanyou de que alguien se acercaba. Con rapidez giró la cabeza y esperó par ver quien era. Unos segundos pasaron antes de que el arbusto del que provenían los ruidos se agitara y de él saliera una pequeña niña de tres añitos de edad, cabello corto hasta casi los hombros y ojos marrones. Vestida con un pequeño kimono rosa de un poco roto y sucio. En sus ojos el inu pudo ver el miedo y el terror que la invadían en ese momento.

- ¡Natsuki!

- ¡Tito Inu!- gritó la pequeña, más lagrimas salieron de sus ojos mientras corría y se abrazaba al joven. Poco después, de entre los mismos arbustos salió un kamaitachi, el cual retrocedió unos pasos al encontrarse con la mirada de Inuyasha.

- Inuyasha, ¿que pasa?- preguntó despertándose. Inuyasha la bajó de su regazo y le pasó la pequeña.

- Te lo explico cuando vuelva- le dio un pequeño beso en los labios y se puso en pie para encarar a la comadreja-. Vas a pagar por lo que le has hecho a esa niña- habló en un tono tenebroso antes de desenvainar a Tetsusaiga (“Tetsaiga”). El youkai entró en pánico y salió corriendo- ¡Vuelve aquí!- salió corriendo detrás de él para adentrarse en el bosque.

- Ya está peque, Inuyasha se encargará de ese youkai tan malo- esas palabras reconfortaron a la pequeña, quien se acurrucó en el pecho de la morena para ganar más calor.

- Tita, ¿como es que estás tan segura de que el tito inu va a conseguirlo?

- Por que él es muy pero que muy fuerte a pesar de ser un hanyou y lo he visto pelear contra cientos de youkais y nunca ha perdido.

- Eso no es del todo cierto.

- ¡Inuyasha!- se asustó al oír tan de pronto la voz del medio demonio- ¿Por qué hiciste eso? ¡Me asustaste!

- Tito inu malo.

- Keh- escondió las manos dentro de las mangas de su haori-. Venga, vamos. Sango debe de estar desquiciándose- ambas asintieron y Kagome se puso en pie, manteniendo a Natsuki entre sus brazos-. Lo que has dicho antes… no es cierto…

- ¿El que?- preguntó.

- Que nunca he perdido contra un youkai- dejó escapar un suspiro-. Perdí contra Nara_- Kagome lo silenció parándose delante de él y situando uno de sus dedos sobre sus labios.

- Lo venciste, tardaste más que con los otros pero lo hiciste, así que deja de decir tonterías, ¿de acuerdo?- desvió su mano hacia su mejilla y la acarició suavemente con el dorso de los dedos. Un pequeño rubor apareció en las mejillas de Inuyasha, así que rápidamente desvió la mirada y asintió. Su acción hizo sonreír a la joven mujer.

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- ¡Mamá!- la niña se apresuró corriendo, aferrándose a su madre con fuerza.

- ¿Natsuki donde estabas? ¡Me tenias muy preocupada! Que tu padre no esté aquí no significa que puedas ir al bosque tu sola, y menos en pleno invierno- la mujer la regañó a la vez que la seguía abrazando.

Una vez se había levantado del suelo con la niña en brazos se acercó a ambos jóvenes y les agradeció que le hubieran traído a su niña sana y salva. Sango se despidió de la pareja y los observó alejarse, y -aun que pensó que solamente fue un producto de su imaginación- cuando ambos ya desaparecían de su campo de visión, le pareció ver como la mano de Inuyasha buscaba la mano de Kagome y se aferraba a ella.

Lo que ella no sabia era que eso en realidad estaba pasando y, mientras que Inuyasha solamente desviaba su mirada de la chica bastante avergonzado por sus actos, su miko lo miraba con una gran sonrisa a la vez que cambiaba la posición de sus manos para hacer que sus dedos se entrelazaran. Eso solamente logró incrementar el sonrojo que portaba el hanyou en sus mejillas.

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Dejó otro trozo de leña en las llamas para alimentarlas, seguido de otros cuatro o cinco para que se mantuviera vivo un rato largo. De pronto, unos finos brazos se aferraron a su cuello y plantaron un suave beso en una de sus orejitas.

- ¿Vienes?

- En un segundo, quiero asegurarme de que el fuego no se apague en medio de la noche- dejó otro trozo de leña-. Vamos- tomó la mano de la joven y la guió hacia la cama, donde ella se tumbó y él se sentó, apoyando la espalda en la pared. Esa acción desconcertó a la morena, ya que ella quería que el hanyou se recostara a su lado.

- Inuyasha- el chico abrió un ojo- ¿Por que no te acuestas a mi lado?- los colores subieron al rosto del inu ante tal pregunta.

- No sabía si querrías que durmiera contigo- abajó la mirada mientras decía esto. Kagome lo miró enternecida y se hizo a un lado en la cama.

- Ven aquí- dio un par de golpecitos en la cama y el hanyou completamente sonrojado se acercó y se tumbó junto a ella. Kagome lo miró a los ojos y se abrazó a él, escondiendo su rostro en el pecho del platinado-. Baka…

Inuyasha solamente esbozó una pequeña sonrisa y le devolvió el abrazo con un brazo mientras que con el otro acariciaba la cabellera de la joven miko. Pasaron unos minutos, y, escuchando el tranquilo latir y la respiración continua de Kagome supo que ya se había dormido. Ladeó la cabeza para poder observar su rostro. Parecía un ángel. Su ángel.

De pronto, el sueño empezó a apoderarse de él; los párpados le pesaban, bostezaba continuamente y su vista se volvía levemente borrosa. Hasta que al final se dejó vencer y cayó en los brazos de Morfeo.

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Finos rayos de luz se colaban por la ventana de la pequeña casa de madera. Estos golpearon directamente en los ojos aun cerrados de la joven. Esta, incómoda, gimió en protesta y se dio la vuelta, acomodándose mejor entre los brazos del hombre también dormido y pegando ambas manos en su pecho. Él empezó a abrir los ojos, incómodo por la reciente e molesta cantidad de luz que caía directamente sobre sus ojos.

Había estado escondiendo su rostro en la melena de la mujer que lo acompañaba, pero al moverse ella, la luz acabó por despertarlo. Parpadeó un par de veces para que  sus ojos se acostumbrasen a la brillantez. Dejó escapar un gran bostezo y movió lentamente las manos a lo largo de la pequeña espalda de la chica. Lentamente bajó la mirada y la observó: su larga cabellera azabache, sus preciosas y finas facciones, su pequeño pero proporcionado cuerpo… toda ella era perfecta a sus ojos. De pronto, las palabras que le había dicho la muchacha el día anterior se repitieron en su mente. “¿Sabes?, estás mucho más cariñoso, ¿te pasa algo?”. Se sentía levemente culpable por la respuesta que le dio. No era mentira, pero tampoco era toda la verdad. Inuyasha no era muy bueno con las palabras [¿No me digas? ¿Quieres el premio nobel? (sarcasmo hasta las nubes)], así que necesitaba expresárselo todo mediante acciones.

Había vuelto tres meses atrás, y él ni siquiera pudo decirle ni una sola vez que la amaba. En cambio, ella lo había hecho más de una vez, pero no parecía molestarle que él no la contestara con palabras, el solo hecho de que la abrazara más fuerte o la besara le bastaba. Pero Inuyasha no acababa de sentirse bien, cada vez que intentaba decirle esas palabras se le hacía un nudo en la garganta y le costaba respirar, sin mencionar lo de hablar. Kagome solamente le sonreía y le daba un tierno beso, pero el malestar de ser incapaz de decírselo a la cara era casi insoportable.

Con cuidado de no hacerle daño con sus garras la abrazó con mayor fuerza y enterró su rostro en la cabellera de la muchacha. Estaba temblando. El solo hecho de siquiera pensar que se alejaría de él por no poder decírselo le aterraba. Respiró profundamente, disfrutando del olor que desprendía su cabello.

Kagome empezó a moverse entre sus brazos, anunciando que estaba por despertar. Dejó escapar un pequeño bostezo y se frotó los ojos.

- Buenos días- murmuró medio dormida, antes de acurrucarse más entre los brazos del hanyou- ¿Qué hora es?

- Apenas amanece- respondió-, duerme un poco más- sintió como Kagome negaba con la cabeza y poco después ella se separaba un poco de él para mirarlo a los ojos.

- ¿Cuánto hace que estas despierto?- él no respondió, y sintió como una gotita de sudor frio le recorría la nuca- Horas, ¿a que si?- el inu sonrió de una manera nerviosa y la joven suspiró- No tienes remedio- pero justo en el momento en el que iba a replicar y decirle que se había despertado minutos antes que ella, Kagome le dio un largo y apasionado beso. En el momento que se separaron Inuyasha respiraba con dificultad.

- ¿P-Por que has hecho eso?

- Por ser como eres- contestó con una sonrisa. Le dio un suave beso en la mejilla y se sentó. De pronto algo se plasmó en su mente como si un rayo acabara de golpearla-. Inuyasha, ¿qué día es hoy?- preguntó un poco nerviosa.

- Pues… si no recuerdo mal han pasado once días desde la luna nueva, ¿por qué la pregunta?- estaba un poco confuso por la repentina tensión de su compañera.

- Por nada, no te preocupes. Seguro que no es nada- Inuyasha la miró desconfiado, pero decidió no decir nada. Se encogió de hombros y se puso en pie, ofreciéndole la mano a la morena. Esta la aceptó con una sonrisa.

- ¿Sabes? Me gusta este nuevo tú, servicial y cariñoso; pero también hecho de menos tu antiguo tú- de acarició un poco la mejilla y le dio un suave y rápido beso en los labios-. Preparo el desayuno y nos vamos a dar un paseo- le da otro beso y sale de la habitación, dejando atrás a un hanyou ligeramente aturdido y confundido.

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Los mechones negros se iban escapando de entre sus dedos a medida que avanzaba hasta las puntas. Luego repetir el proceso una y otra vez. Desde una de las ramas más altas –que podían soportar el peso- Inuyasha observaba con una mirada perdida el panorama frente a él. Sentada en su regazo, la pequeña aprendiz de miko dormía tranquilamente en los brazos de su amado, ajena a la hermosa y fascinante vista frente a ella. El inu abajó la vista y enterró la nariz en la suave melena de Kagome. Inhaló con fuerza. De pronto, sus ojos se abrieron de golpe y dejó de respirar por un momento. Se apartó un segundo y se movió para mirarla a la cara. Se acercó de nuevo y la olfateó el área del cuello y en el pequeño hueco entre las clavículas.

- No puede ser- susurró para si mismo. Inhaló profundamente, intentando confirmar sus sospechas. Al hacerlo, se quedó estupefacto. Sin saber como reaccionar e intentando averiguar una forma para contárselo a Kagome. Se colocó como estaba de nuevo y pegó la cabeza al tronco. Miró hacia arriba y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Atrajo a la joven hacia su cuerpo y dejó que ambas manos descansaras sobre su abdomen.

Fue pasando el tiempo y el sol se iba escondiendo tras las montañas e Inuyasha sabia que ya era hora de regresar. Acomodó a su pequeña miko lo más lentamente posible -para no despertarla- en su espalda y fue saltando de rama en rama hasta llegar al suelo. Comprobó que seguía dormida antes de continuar el camino hacia su cabaña. Un año y pocos meses antes del regreso de Kagome, Miroku y otros hombres de la aldea se la habían construido para que no tuviera que dormir al aire libre todas las noches. En aquel entonces les decía una y otra vez que no era necesario, pero ahora se lo agradecía a cada uno de ellos. Gracias a eso, ahora tenia un techo en el que poder vivir junto a la morena.

Un pequeño movimiento de la joven lo alertó e izo sus movimientos más gentiles para evitar que despertara. La miró y la vio con el ceño fruncido, aun dormida. su frente brillaba bajo los últimos rallos del sol, delatando el sudor que la poblaba. El hanyou se arrodilló en el suelo y con sumo cuidado la pasó de su espalda a sus brazos, cargándola estilo nupcial. Levemente preocupado salió del camino y se sentó con las piernas cruzadas bajo un árbol. Con cuidado de no perturbar su sueño la acostó en su regazo, aguantando el torso con su brazo izquierdo. Con cautela de no dañarla apartó los pequeños mechones que estaban pegados en su suave rostro y descansó el dorso de los dedos sobre su frente. No tenia fiebre, pero algo le pasaba. Depositó su mano sobre la pequeña mejilla de la muchacha  y se acercó para besar tiernamente su frente. Se separó segundos después para encontrarse con una expresión mucho más tranquila y una pequeña sonrisa. Suspiró aliviado y se puso en camino de nuevo, manteniéndola protegida entre sus brazos.

Minutos después llegaron e Inuyasha pudo apreciar el olor a comida que venia del interior de la pequeña choza, por no hablar de la luz que podía verse a trabes de las ventanas. Con rapidez adoptó una posición más defensiva. Olfateó un poco para ver si podía detectar el olor de quien fuera que estuviera en su casa. Al reconocerlo, suspiró y procedió a avanzar hasta entrar en la casa. Sentado junto al fuego se encontraba un niño de unos ocho o nueve años, sirviéndose un poco de estofado en un bol. El pequeño alzó la vista y una gran sonrisa se formó en sus labios. Inuyasha le hizo una señal para que se mantuviera callado y el pequeño asintió con la cabeza. Sus grandes ojos verdes brillaban con fuerza y su cabellera cobriza se agitó un poco por la manera en la que movía la cabeza. Rápidamente se levantó y corrió hacia donde Inuyasha tenia guardados los futones y con un poco de esfuerzo lo estiró en el suelo y colocó una almohada para que el hanyou pudiera dejar a la miko.

- Gracias, Shippo- agradeció en un susurró. Él solamente le sonrió y le entregó la manta para taparla.

Poco después ambos estaban sentados frente al fuego, comiendo el estofado que Shippo había preparado -él solito-, a sorpresa de Inuyasha. En los tres años que habían pasado Inuyasha y Shippo se habían acercado mucho el uno al otro y ahora su relación era parecida a la de padre e hijo. Shippo seguía ganándose un que otro golpe por parte del inu, pero sabia que se los merecía y lo aceptaba sin rechistar. A pesar de ser un kitsune y que su naturaleza lo impulsara a causar trastadas, se comportaba de una manera muy respetuosa y tranquila. Gracias a Inuyasha había aprendido a usar la espada en el tiempo que no estaba entrenando para ser un gran kitsune. Y ahora, solamente faltaban tres años para que Inuyasha lo llevara a hacerse su propia espada.

- Cuéntame, Shippo. ¿Cómo va tu entrenamiento? Espero que no te estés excediendo mucho con las bromas a gente peligrosa. No me gustaría tener alguna visita inesperada- lo miró a los ojos y el niño, ya más crecido y con un aspecto más juvenil negó con la cabeza.

- No te preocupes, pa_ Inuyasha- sacudió levemente la cabeza para abstenerse de llamarle papá. Era cierto que ahora lo consideraba su padre, pero no sabia si Inuyasha lo aprobaba, así que evitaba a toda costa llamarle de esa manera. Inuyasha lo miró con una sonrisa, ese niño nunca cambiaría.

- Puedes llamarme papá si quieres, no me molestaría- le dijo con la mirada fija en el fuego-. Además, dentro de poco tiempo no serás el único- Shippo lo miró con los ojos como platos. Estaba insinuando lo que él pensaba que estaba insinuando.

- No me digas que…- dejó la pregunta a medias antes de mirar a la joven dormida a unos metro de ellos.

- Huélela. Ya verás. Su olor ha cambiado, igual que el de Sango cuando estuvo embarazada- Shippo gateó hasta la miko y la olfateó. Confirmando lo que el hibrido había dicho volvió a su sitio junto a su padre adoptivo.

- ¿Lo sabe?- Inuyasha negó con la cabeza.

- Justo lo he notado antes de volver. No quería despertarla y aun no se como se lo diré- removía la leña ardiente con un bastoncito antes de tirarlo al fuego también. De pronto, notó como el niño se subía a su regazo y se acomodaba un poco-. Oye, ¿no crees que te estas confiando un poco?

- No, ahora eres mi papá- el hanyou suspiró, pero lo dejó. Shippo se relajó en su regazo al notar la gran mano del hombre moverse de arriba abajo sobre su espalda-. Papá…- Inuyasha hizo un ruidito para que supiera que lo estaba escuchando-, ¿puedo dormir con vosotros? Estoy muy cansado- el hanyou no dijo nada.

Lo cargó en brazos al estilo bebé y caminó hasta el futón. Con cuidado de no despertar a la joven miko ni al pequeño entre sus brazos que había caído dormido se tumbó y dejó al kitsune entre ellos. Se le hacia muy extraño que Shippo lo considerara si padre y que ahora lo llamara “papá”. Aun que no le desagradaba. Últimamente también se había sentido más protector en lo que respectaba al pequeño zorro. Decidió dejar eso para la mañana y se dedicó a acariciar el rostro de la morena hasta que el sueño se apoderó de él y cayó en los brazos de Morfeo.

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Despertó sintiendo un calor a su alrededor que no sentía desde que era muy pequeño. Se movió un poco y parpadeó al ver el rostro durmiente de Kagome frente a él. La miró unos instantes hasta notar unos mechones de pelo plateado sobre su hombro, lo que significaba que Inuyasha estaba detrás de la mujer. Una indescriptible calidez se estableció en su pecho y le entraron unas terribles ganas de llorar. Hacia tanto que no se sentía así de querido. Una madre, un padre… desde que tenia tres años no se había sentido de esa manera.

Como pudo se liberó de los brazos de la morena y se apartó un poco de la pareja. Un débil gemido escapó de sus labios a la vez que pequeñas y saladas lagrimas empezaban a recorrer su mejillas. Rápidamente se abrazó a su colita y escondió su rostro en ella para intentar apaciguar su gemidos y que la joven pareja no despertara. Sin embargo, su plan no funcionó. Kagome empezó a abrir los ojos lentamente y estos se fijaron en el niño que temblaba a un metro de ella. Con un poco de esfuerzo se sentó y cogió a Shippo entre sus brazos, los de Inuyasha aun fijos alrededor de su cintura.

- Shippo, ¿que pasa? ¿Por qué lloras?- susurró Kagome. Shippo solamente negó con la cabeza al no querer responder a la pregunta. Aun que, si lo pensaba bien, ni él sabia la respuesta.

- ¿Kagome?- la nombrada se giró un poco y vio a Inuyasha frotándose los ojos. La joven vio como su nariz se movía un poco- ¿Estas llorando?- sonaba alarmado.

- Es Shippo- confesó e inmediatamente el hanyou estaba sentado. Con el brazo que seguía alrededor de su compañera hizo más fuerza para atraerlos a él y así poder apoyar la cabeza sobre su hombro.

- ¿Qué le pasa?- preguntó preocupado mientras acariciaba la melenita cobriza del zorrito, en esos momentos liberada de la cola en la que siempre la mantenía recogida.

- No lo sé, no quiere decírmelo.

- Shippo- en niño alzó la vista para mirar a su padre-, contesta la pregunta- ordenó de una forma suave, cosa que sorprendió a Kagome. ¿Desde cuando Inuyasha era así con Shippo? Cuando llegó tres meses atrás apenas los vio juntos y días después Shippo partió para entrenar, por lo cual pensó que su relación no había cambiado-. Shippo no me obligues a sonsacarte- continuó, y Kagome pudo notar que en su tono de voz no había ni enfado y ira ni… nada. Solamente preocupación.

- Es solo que…- suspiró. Jugaba con sus dedos aun en los brazos protectores de la miko-, como estábamos durmiendo… me ha hecho sentir… no se… raro. Me he sentido… tan… tranquilo y me han entrado ganas de llorar… no se porque- enterró su pequeño rostro en el pecho de la joven mujer y tembló entre sus brazos. Inuyasha sonrió y mientras Kagome intentaba que el kitsune se calmara él se sentó como un indio y la sentó en su regazo. Con cariño envolvió con sus brazos a ambos-. Lo siento…

- Hey, no tienes por que disculparte- Kagome empezaba a asustarle la nueva manera que tenia Inuyasha de hablar y tratar a Shippo. Era demasiado… paternal, para lo que estaba acostumbrada. El hanyou revolvió levemente el pelo rojizo y el niño alzó la vista-. Es normal que te sientas así. Desde que falleció tu madre no te sentías así, ¿verdad?- él asintió con la cabeza- Y ahora te da miedo volver a sentir esto sabiendo que no somos tus padres verdaderos- Shippo bajó la mirada y la fijó en sus manitas. Kagome observaba atónita la escena, ¿desde cuando Inuyasha se había vuelto tan sabio?

- Shippo- alzó la mirada al oír su nombre ser mencionado por la morena-, no deberías temerle a esto. Se que no es fácil dejar a la gente que te importa atrás- las orejitas de Inuyasha se inclinaron hacia delante, sintiéndose culpable-. Pero al hacerlo, al liberarte de esas ataduras que te mantienen triste y te impiden ser feliz, una nueva familia te espera a la vuelta de la esquina- el niño se tensó. ¿Acaso Kagome le estaba diciendo que se olvidara de sus padres? Ella, sintiendo los temores del niño continuó-. No estoy diciendo que los olvides, ni mucho menos. Pero tienes que avanzar y eso es un paso que te hará crecer- vale, ahora se estaba sorprendiendo a si misma, ¿desde cuando era tan madura?

Shippo miró a Kagome y luego a Inuyasha, sonrió de oreja a oreja y asintió. Abrazó a su madre con fuerza, sintiendo como los brazos de ambos se aferraban a él. Segundos después, se estiró y besó la mejilla de la joven. Miró a su padre y le mostró el puño. Inuyasha rió y lo chocó con el suyo.

- Gracias, papá… mamá- susurró contra el pecho de Kagome.

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Inuyasha observaba como Kagome preparaba la comida. Se mantenía ligeramente apartado, pensando en cuando seria el momento adecuado para darle la noticia. Si quería que fuera ese día, no podía esperar mucho más. Shippo se había ido a jugar para dejarlos solos y dijo que volvería para la hora de la comida. Y por la tarde habían quedado con sango y Miroku para que les cuidaran a los niños hasta la mañana siguiente mientras ellos “arreglaban la casa”.

- ¿Inuyasha?- sintió la mano cálida de la morena sobre su mejilla. Parpadeó varias veces y luego la miró a los ojos, tenían un pequeño brillo de preocupación- ¿Estas bien? Te he llamado muchas veces y no contestabas.

- Es solo que estaba pensando en una cosa- si mirada se desvió al estomago de la muchacha y vio como ella se separaba un poco de él para sentarse a su lado.

- ¿Quieres contármelo?- se tensó. Mil posibilidades empezaron a nublar su mente: ¿Y si no lo quería? ¿Y si se avergonzaba de portar el bebé de un hanyou? ¿Y si…? Sacudió la cabeza y se armó de valor. Respiró hondo y lo dejó ir lentamente por la boca.

- Kagome…- podía sentir la mirada en él. Pero se negó a devolvérsela. Cerró con fuerza los ojos y bajó un poco la cabeza, como si fuera un cachorrito esperando a que lo golpearan-, estás embarazada.

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Se quedó bloqueada. ¿Estaba embarazada? ¿Cómo era posible? Entonces, los eventos se presentaron en su mente como si de una película se tratara.

FLASHBACK

Era ya tarde y la ceremonia había sido perfecta. Inuyasha había llevado un kimono negro tradicional y ella uno blanco. Todos sus amigos habían estado presentes, con excepción de los lobos que no los habían podido encontrar para invitarles. Kaede lo dirigió todo y los casó antes de que el sol estuviera en su punto más alto. Habían celebrado todos juntos y las mujeres de la aldea habían preparado un gran banquete. Miroku junto con otros hombre acabaron emborrachados y sus mujeres tuvieron que llevárselos a rastras antes de que armaran un jaleo.

Ahora todo había terminado y se encontraban ambos en la pequeña casita. Se habían cambiado a un kimono sencillo y se mantenían abrazados. Inuyasha estaba acostado con la cabeza en su regazo, disfrutando del pequeño masaje que le estaba dando su mujer en las orejas. De pronto, el hanyou se dio la vuelta y descansó la barbilla en sus muslos, enrollando los brazos alrededor de su cintura. Kagome rió y siguió acariciándole las orejitas.

Los minutos pasaron e antes de que se dieran cuenta Inuyasha estaba encima de ella con el rostro escondido en el cuello de la morena, quien seguía masajeándole las orejitas. Poco a poco fue dejando pequeños besos en el cuello, seguido de pequeñas lamidas. Kagome gimió ante esto y los movimientos de sus dedos de hicieron más lentos e intensos. Sus manos empezaron a vagar por el pequeño y esbelto cuerpo de la joven mientras que ella en respuesta soltó sus orejas y dirigió sus manos al kimono del hanyou. Empezó a tirar levemente antes de  colar sus manos por la apertura del cuello e utilizar las muñecas para que cediera.

En cambio, Inuyasha se peleaba con el nudo hasta que su paciencia se agotó y lo rompió con sus garras. Lo abrió de par en par y soltó los labios de su mujer para poder alejarse un poco y disfrutar de una vista que seria solamente suya y de nadie más. Su mirada era hambrienta y antes de que pudiera hacer algún movimiento los brazos de la chica cubrieron sus pechos. Se sentía avergonzada ante su mirada, casi predatoria. Se acercó a ella y de dio un pequeño beso en el cuello y luego uno en el lóbulo de la oreja.

- Kagome, eres preciosa… no te escondas de mi- un escalofrió recorrió su columna al escuchar al inu decirle eso y de esa manera. Sus brazos se debilitaron e Inuyasha fue capaz de apartarlos de nuevo.

Sus labios colisionaron y se besaron con ferocidad. El hanyou liberó sus labios y empezó a besar el cuello de la mujer, pala luego seguir bajando, pasando por los hombros y lamió a lo largo de la clavícula desde fuera hasta el centro. Depositó un pequeño beso en el pequeño hueco entre ambos huesos y siguió descendiendo hasta que sus labios estuvieron descansando entre los perfectos pechos de la pequeña mujer. Inspiró profundamente, deleitándose con el aroma y procedió a desplazarse hacia la derecha.

Cuando los labios del hanyou hicieron contacto con la piel de su pecho un gemido escapó de los suyos y no pudo contener sus manos antes de que llegaran a las orejas del hibrido y masajearlas al sentir como lamia su pezón. Eso solamente pareció alentarlo, ya que lo rodeó con la boca y succionó.

- Kami…- susurró perdida en el placer.

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No estoy muy inspirada, así que me saltaré el lemon, lo siento, pero no puedo hacer nada.

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Abrió los ojos con pesadez. Los pájaros cantaban en el exterior. Se sentía sudada y pegajosa. Movió un poco el cuerpo y sintió otro justo a su lado. Entonces, todos los eventos de la noche anterior se presentaron en su mente y sonrió con amor. Había sido suya. Inconscientemente llevó una mano hacia donde el hombro y el cuello se juntaban y bajo sus dedos pudo notar la marca de una mordedura. Giró la cabeza y lo miró: con esa expresión tan serena e inocente parecía un ángel. Alzó una mano y con el dorso de los dedos le acarició la mejilla. Sus ojos se abrieron con lentitud ante el suave contacto. Ámbar chocó con chocolate y las mejillas de la joven miko se tiñeron de rojo. El hanyou tomó su mano y besó sus nudillos sin dejar de mirarla, antes de acercarse a ella y darle un dulce y suave beso en los labios. La mejor noche de su vida.

FIN FLASHBACK

Tan pronto como salió de su asombro se lanzó a los brazos de su marido y lo besó con fuerza, sintiendo como las lágrimas corrían libremente sobre sus mejillas. Inuyasha se asustó ante la repentina reacción de la joven, pero no se quejaba. Tardaron un poco en separarse pero al hacerlo el rostro del hibrido cambio de uno feliz y confuso a uno asustado, aterrado.

- ¿Kagome por que estás llorando?- el su voz se notaba lo asustado que estaba. En su mente, todas las posibilidades negativas corrían de un lado a otro sin dejarlo tranquilo. Pero, de pronto, todas se detuvieron cuando sintió los suaves labios de su mujer sobre los suyos, moviéndose con delicadeza y ternura. Aun que, tan pronto como empezó, acabó.

- Está bien, Inuyasha. Estoy bien, estoy muy feliz- lo besó de nuevo y al separarse Inuyasha lamió las lagrimas que se habían quedado en sus mejillas. Ella sonrió ante el tierno gesto y lo abrazó con fuerza-: vamos a ser padres.

- Pareces contenta.

- Claro que si, bobo. ¿Cómo no voy a estarlo?- Inuyasha sonrió y la besó- Solo una preguntita- él asintió para hacerle saber que escuchaba- ¿Cómo lo has sabido?

- Puedo olerlo- Kagome lo miró confusa- Verás: en ti siempre hay dos olores permanentes, el tuyo y el mío- Kagome pasó la mano por encima de la marca, él asintió- Pero, ahora hay un tercero. Y como viene de aquí- depositó una de sus manos sobre el vientre de la morena-, se que es que estas embarazada. Pasó lo mismo con Sango. Estaba su olor y el de Miroku, y luego habían dos más- asintió sonriendo.

- Las gemelas.

- Exacto. Se que no suena muy romántico y que no viene a cuento, pero si no sacamos el estofado del fuego va a quemarse- Kagome se levantó con rapidez y con cuidado aparto la olla. Puede que lo que estaba en el fondo se hubiera chamuscado un poco pero estaba perfecto- Shippo ya vuelve.

- ¿Shippo lo sabe?

- Claro, también puede olerlo- mientras hablaba se iba levantando y se acercó a la miko, para sentarse junto a ella. Segundos después el pequeño kitsune abría la puerta lo suficiente para que se le viera la cara.

- ¿Ya habéis acabado de hablar? ¿Puedo pasar?

- Claro, cielo. ¿Tienes hambre?- el niño abrió la puerta de par en par (puerta corredera) y entró saltando- Cierra la puerta- Inuyasha rio ante el despiste del niño mientras este la cerraba un poco abochornado. Luego corrió y se sentó en el suelo, antes de recibir un bol humeante de estofado- Cuidado que quema.

- Gracias, mami- comió un poco y casi le saltan las lágrimas.

- Te has quemado, ¿a que si?- en su voz se podía notar una mezcla de burla y preocupación. Suspiró resignado, después de todo, Shippo solamente era un niño. Se levantó de su sitio y le sirvió un baso de agua. Kagome observó la escena enternecida.

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Estaba tumbado en el pasto cerca de la cabaña de la anciana. Kagome estaba practicando par aprender una de las medicinas que le ayudarían durante el embarazo y él se había negado a alejarse mucho. Ahora que sabía que en su interior portaba un cachorro la protegería el doble. Una sonrisa se asomó en sus labios al recordar como Kagome había reaccionado cuando llamó al bebé “cachorro” horas antes. Había estado riéndose del termino por más de un cuarto de hora. Normalmente se abría ofendido, pero el sonido tan dulce de su risa y que esta no era por burla -sino que le parecía curioso- aplacaron su enfado.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de la presencia de alguien hasta que esta se le lanzó encima y él en un movimiento automático se levantó para quedar sentado, tosiendo ante la pérdida de aire. Pudo escuchar con toda claridad las risas de ambas pequeña: la que reposaba en su regazo y la que se le acercaba por detrás, pensando que no la escuchaba. Una sonrisa juguetona se instaló en sus juveniles facciones y cuando estuvo seguro de que la pequeña estaba lo suficientemente cerca se dejó caer hacia atrás. Los pequeños pies descalzos, húmedos de rocío le rozaron las orejas. Con ambas manos la cogió por la cintura y la alzó sobre su cabeza. La niña dejó escapar un pequeño gritito de sorpresa, seguido de risas. Inuyasha se sentó de nuevo y las sentó a ambas sobre sus rodillas, una en cada una. Cuando consiguieron dejar de reír ambas lo miraron.

- ¡No es justo, tito Inu!- remugó Mitsuki, la que se le había lanzado encima.

- ¡Ya! ¿Por qué nunca te podemos asustar?- continuó Natsuki.

- Es que sois muy ruidosas, es fácil que os oiga- les siguió el juego, aparentando una voz de quejica. Ambas rieron e Inuyasha no fue capaz de suprimir la sonrisa de bobo que puso al verlas felices. Desde que su padre se fue a visitar al monje que no crió, habían ido haciendo morritos y negándose a hacer caso a todo aquel que les pedía algo. De pronto, ambas se detuvieron, se miraron entre ellas y luego al mestizo. Inuyasha conocía esa mirada y suspiró- De acuerdo… ¿Cuál será esta vez?

- La historia del Hiraikotsu roto- dijo Natsuki de inmediato.

- ¡No! La historia de Tetsusaiga, como el tito y la tita la consiguen- la otra, emocionada asintió con la cabeza. Inuyasha suspiró, les había contado esa parte del viaje docenas de veces, y aun no se cansaban de escucharla.

- De acuerdo- ambas se acomodaron mejor en sus piernas y él se inclinó hacia delante, para causar más impresión- Verán…

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Cuando el sol estaba ya escondiéndose, Kagome salió de la cabaña de la anciana Kaede. Reposando cómodamente en su espalda estaba el pequeño de Sango y Miroku, Akira; envuelto en una mantita de seda. Con la mirada buscó a cierto hanyou y, cuando lo encontró, no pudo evitar sonreír. Se encontraba sentado bajo la sombra de un árbol, apartado del tronco. Sentadas en su regazo, estaban las pequeñas e hiperactivas gemelas, sorpresivamente quietas y con una mirada de admiración en los ojos. Kagome conocía esa mirada: les estaba explicando –de nuevo- una de sus tantas aventuras. Se acercó de manera silenciosa, aun que sabía por experiencia que Inuyasha se metía tanto en el relato que ni se daría cuenta de que se acercaba.

- Salí corriendo con la espada en alto y entonces…- hizo una pausa para el suspense, aun que antes de que pudiera articular palabra unas cálidas y pequeñas manos se depositaron de golpe sobre sus hombros, sobresaltándolo.

- ¡Bum! Le cortó el brazo a Sesshomaru de cuajo- habló la miko y ambas niñas aplaudieron entre risas.

Inuyasha suspiró decepcionado: esa era la parte que más le gustaba explicar. Dispuesto a hacer pucheros para hacer notar su pequeño e infantil enfado, tubo que abstenerse al sentir como la muchacho tiraba de él y hacía que se recostara en ella, la cabeza en su pecho con sus orejitas rozando la barbilla de la joven aprendiz. Sin esperar mucho, se relajó en la sensación que le otorgaba el pequeño y cálido cuerpo de su mujer y se recostó más, acomodando la cabeza entre sus pechos e inhalando el adictivo aroma de la joven, ahora mezclado con el de hierbas medicinales y el de su cachorro, que crecía en el interior de su vientre.

- ¡Tita Kagome! Mamá ha dicho antes que nos quedaríamos con vosotros hasta mañana por la tarde, ¿es verdad?- dijo Natsuki, saltando sobre la rodilla del hanyou, emocionada por pasar el día con sus tíos.

- Sí, cielo. Tengo a tu hermanito aquí mismo. Vámonos a casa- las pequeñas dieron un pequeño gritito y salieron corriendo- ¡No os alejéis demasiado!- les gritó. Las pequeñas se detuvieron y empezaron a saltar en su lugar.

- ¡Venga! ¡Venga! ¡Vamos, tito Inuyasha, tita Kagome!- gritaron ambas a coro.

Inuyasha negó con una sonrisa en los labios. Esas niñas nunca cambiarían. Se levantó del suelo sintió la mano de su compañera coger la suya con suavidad. Sonrió y se le acercó, plantándole un pequeño beso en la sien. Kagome dejó escapar una pequeña risita y, con su mano desocupada aguantando al pequeño en su espalda empezó a caminar.

- Kagome- su voz sonó un poco tímida y ella, ligeramente confusa se giró y lo miró-. ¿Quieres que lo lleve? Llevas trabajando todo el día, estarás cansada.

La miko lo miró enternecida. Le mostró una gran sonrisa y se desató con cuidado la tela que mantenía a Akira sujeto a su espalda. Inuyasha lo cogió y lo acomodó en su brazo derecho. Observó como Kagome plegaba la tela y la guardaba. Una vez más, sus manos se reunieron y reanudaron el paso. Delante de ellos los esperaban las gemelas, saltando y saludando con la mano. La morena les devolvió el saludo. Pasaron cinco minutos y por fin llegaron a la cabaña. Las niñas entraron corriendo, seguidas de cerca por la pareja y el niño durmiente.

La noche llegó pronto y, después de cenar las gemelas se durmieron en el regazo del hanyou, quien les había estado contando uno de los cuentos infantiles que Kagome le había contado. Ella estaba acabado de meter a Akira en la cama cuando Inuyasha entró con ambas niñas. La pareja comparte unas pequeñas miradas antes de acostar a los tres hermanos y salir del cuarto. Una vez ya se han instalado en su propio cuarto, ambos tumbados en la cama. De pronto, Kagome sintió como una mano reposa reposó su vientre. Miró hacia atrás para encontrarse con los ojos de su pareja, medio cerrados y una sonrisa.

- ¿Qué haces?- Inuyasha solamente enterró la nariz en el cuello de su compañera y se acomodó mejor detrás de ella. Kagome dejó escapar una pequeña risita y acarició los brazos que se aferraban a ella- ¿No me vas a dar mi beso de buenas noches?- su voz era burlona pero Inuyasha se separó y poco para poder levantarse un poco y besarla en los labios.

- Buenas noches- su voz susurrante la relajó y se dejó abrazar hasta que el constante vibrar que emitía el pecho del hanyou la arrulló hasta que se quedó dormida.
bueno gente, aquí está el primer cap de uno de los fics de inukag. espero que os guste.

se que la mayoría de mis watchers (por no decir todos) soy más de finnceline que de inukag, pero os pido que lo leáis igualmente, espero que os guste. hoy mismo voy a empezar el siguiente cap de always, a ver que tal. también os recomiendo que os miréis la serie de inuyasha, está muy bien y a mi me capturó en el primer episodio. 

hasta otra 

besitos Rabbito kiss hammie kiss Rabbito kiss hammie kiss Rabbito kiss hammie kissRabbito kiss
© 2016 - 2024 Rachel3003
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sochitil-sama's avatar
Adoro esta pareja ♡.♡ para cuando la conti ??
Yes al fin habrá cachorros inukag *♡*